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Samuel 1:10.- Y Ana, llorando y con
el alma llena de amargura, se puso a orar al Señor 11 y le hizo esta promesa:
"Señor todopoderoso: Si te dignas contemplar la aflicción de esta sierva
tuya, y te acuerdas de mí y me concedes un hijo, yo lo dedicaré toda su vida a
tu servicio, y en señal de esa dedicación no se le cortará el pelo."
Sola una oración... Sola la
oración... Ana desnudaba su amargura, desahogaba su pena por no tener lo que
ella consideraba le faltaba para ser considerada una mujer plena. Ana vivió
años de autocompasión, de baja auto estima. Era objeto de burlas, de rechazo.
Era segregada por no mostrarse completa como ser humano... Tenía un esposo que
la amaba. Tenía atención, provisión... Tenía un nombre... Pero solo quería...
¡Un hijo!
No había métodos alternos de
fertilización. Tratamientos inseminatorios. No había más posibilidades... Su
esposo era lo que tenía... Y... ¡Dios!... Y sabía que solo El podría concederle,
satisfacerle, contestarle su oración... Solo El podría calmar su angustia.
Y hacia El fue... Cada día de su vida
iba hacia El... Confiando en La plenipotencialidad de Su nombre... Era el
creador. Ante Él iba... Su mente, su corazón, su alma desesperada estaba junto
con sus lágrimas, ante el Dios de Israel... El Rey, Amo, dueño y Señor del
universo.
Y Dios escucho, vio, sintió su
sinceridad. Y tomó la aflicción de su espíritu... Y hubo la respuesta... Un
Samuel... El hijo deseado... No pudo ser mejor... Como no ser así. Venia de
Dios... Solo de Él puede venir lo bueno, lo mejor.
Y entonces Ana, siguió haciendo
lo que debía hacer... Reconocer que Al final era Dios quien podría darle lo que
más quería... Y reconoció Su dadiva, Su nombre... Reconoció Su poder, Su
majestad... Reconoció Su obra. Reconoció quien era. Y que sigue siendo.
1
Samuel 2:1.- Y Ana oró de esta
manera: "Señor, yo me alegro en ti de corazón porque tú me das nuevas
fuerzas. Puedo hablar contra mis enemigos porque tú me has ayudado. ¡Estoy
alegre! 2 ¡Nadie es santo como tú, Señor! ¡Nadie protege como tú, Dios nuestro!
¡Nadie hay fuera de ti!
Hoy... Nosotros, en pleno siglo
21... ¿Qué tenemos?... ¿Qué queremos?... ¿Qué haremos ante la aflicción de cada
día?... No solo es la pandemia... Hay tanto que nos aflige como humanidad...
Cada quien tiene su aflicción, su prueba... ¿Y qué nos queda?... ¿Adónde
iremos?
Dios
sigue siendo Dios... Al final, solo Dios y punto final
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