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sábado, 30 de mayo de 2020

SOLO DIOS Y PUNTO FINAL


1 Samuel 1:10.- Y Ana, llorando y con el alma llena de amargura, se puso a orar al Señor 11 y le hizo esta promesa: "Señor todopoderoso: Si te dignas contemplar la aflicción de esta sierva tuya, y te acuerdas de mí y me concedes un hijo, yo lo dedicaré toda su vida a tu servicio, y en señal de esa dedicación no se le cortará el pelo."
Sola una oración... Sola la oración... Ana desnudaba su amargura, desahogaba su pena por no tener lo que ella consideraba le faltaba para ser considerada una mujer plena. Ana vivió años de autocompasión, de baja auto estima. Era objeto de burlas, de rechazo. Era segregada por no mostrarse completa como ser humano... Tenía un esposo que la amaba. Tenía atención, provisión... Tenía un nombre... Pero solo quería... ¡Un hijo!
No había métodos alternos de fertilización. Tratamientos inseminatorios. No había más posibilidades... Su esposo era lo que tenía... Y... ¡Dios!... Y sabía que solo El podría concederle, satisfacerle, contestarle su oración... Solo El podría calmar su angustia.
Y hacia El fue... Cada día de su vida iba hacia El... Confiando en La plenipotencialidad de Su nombre... Era el creador. Ante Él iba... Su mente, su corazón, su alma desesperada estaba junto con sus lágrimas, ante el Dios de Israel... El Rey, Amo, dueño y Señor del universo.
Y Dios escucho, vio, sintió su sinceridad. Y tomó la aflicción de su espíritu... Y hubo la respuesta... Un Samuel... El hijo deseado... No pudo ser mejor... Como no ser así. Venia de Dios... Solo de Él puede venir lo bueno, lo mejor.
Y entonces Ana, siguió haciendo lo que debía hacer... Reconocer que Al final era Dios quien podría darle lo que más quería... Y reconoció Su dadiva, Su nombre... Reconoció Su poder, Su majestad... Reconoció Su obra. Reconoció quien era. Y que sigue siendo.
1 Samuel 2:1.- Y Ana oró de esta manera: "Señor, yo me alegro en ti de corazón porque tú me das nuevas fuerzas. Puedo hablar contra mis enemigos porque tú me has ayudado. ¡Estoy alegre! 2 ¡Nadie es santo como tú, Señor! ¡Nadie protege como tú, Dios nuestro! ¡Nadie hay fuera de ti!
Hoy... Nosotros, en pleno siglo 21... ¿Qué tenemos?... ¿Qué queremos?... ¿Qué haremos ante la aflicción de cada día?... No solo es la pandemia... Hay tanto que nos aflige como humanidad... Cada quien tiene su aflicción, su prueba... ¿Y qué nos queda?... ¿Adónde iremos?
Dios sigue siendo Dios... Al final, solo Dios y punto final

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