Tenemos una misión… ¡Vivir! Y los que nos debemos a Dios, debemos hacerlo principalmente junto a nuestra familia de la fe.
El hombre fue creado para vivir en comunidad de manera fraternal, manifestándonos el amor mutuo. Pero eso no nos exime de las decepciones. El componente carnal, el componente concupiscente que siempre tendremos hace, que en algún momento se presenten las ineludibles diferencias. Y es cuando entonces aparecen los eventos que nos decepcionan, nos hieren, nos entristecen. Y lo natural es que ante este tipo de sentimientos aparezca el juicio, el cuestionamiento. Es normal. Estamos siendo heridos. Reaccionamos humanamente.
Por favor, entendamos que hemos sido heridos. Tenemos derecho a reclamar, a solicitar una enmienda, una retribución, una disculpa. No merecemos ser maltratados, golpeados, menospreciados.
Pero… Aquí está el otro, pero. Espiritualmente ¿Cómo reaccionamos? Los que nos debemos a Dios, los que debemos vivir en el espíritu, ¿Cómo reaccionamos?
Es necesario el autoanálisis. Y lo debemos hacer teniendo en cuenta que nuestro Jesús, el Salvador de nuestra vida, el por el cual, somos seres vivientes, que vivimos por su misericordia y gracia inmerecida, el Jesús que ¡Sin merecerlo! se montó en una cruz, no sin antes ser lacerado su cuerpo, golpeado, flagelado más allá del insulto y olvidado, dejado de lado por muchos aun hoy día. Ese Jesús, no se merecía nada de lo que vivió en su camino de obediencia hacia la consecuencia de un premio adjudicado a nosotros, traducido en vida eterna, aun en nuestro carácter de pecadores.
Solo examinémonos, pongamos a prueba nuestra fe, lo que creemos, lo que somos. Y en la próxima oportunidad en que nos sintamos ofendidos, actuando enconadamente de manera racional en el espíritu, pensemos en esa persona que nos hirió. Pensemos, analicemos esto… ¿Qué habré hecho yo para forzar la situación que género en esa persona la acción que nos llevó a sentirnos heridos?
Pongámonos en su lugar y aplicando el amor fraternal que lo debe tolerar todo. Busquemos… ¿Cuál fue el punto de fractura en esa situación y que responsabilidad tengo en el impase? Y que no tiene que ser necesariamente malo. Ser de Cristo ya genera de por sí, algunas muy frecuentes formas de rechazo… Ser discípulo, educarnos para ser como Jesús de por sí, ya molesta, ya incomoda. Lo advierte la Biblia.
Si después de estos análisis auto examinantes, llegamos a la conclusión de que no hemos hecho nada para merecer esto… Piense nuevamente en esto.
¡Jesús, que nunca peco, que nunca fallo… Tampoco se lo merecía!… ¡Y aun sabiéndolo, dio su vida por nosotros!
Y esa vida, su vida, en la que soporto y asumió todo dolor humano, es la que dejo como ejemplo para que vivamos el tiempo que Dios ha dispuesto en esta tierra, en armonía, en amor uno para con los otros, como una sola familia, sin cansarnos de hacer el bien, primeramente, con los que son compañeros de la fe. Y luego para con todos. En el más profundo, puro, incuestionable, indestructible y divino amor de Jesús.
Pasemos la prueba entonces. Total… Aquí se trata de vivir. Y de vivir para siempre.
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