En mi último programa de radio toque
un tema de lo más influyente en el hombre, la música. Me vi prácticamente
obligado a hacerlo, no solo por mi creciente gusto musical y por lo neurálgico
que es su influencia, sino también por lo discriminatorio que puede ser y en
especial en la vida de los creyentes. La música tiene un toque que estimula el
alma, al punto de que dependiendo de nuestro estado de ánimo, decidimos si
escuchamos música o no, y escogemos que tipo de melodía escuchar, o decidimos
que al escuchar algún ritmo o una canción especifica, logramos el cambio en el
nivel de alegría o tristeza en nuestro estado de ánimo.
La música es un tema muy
tratado en todos los espacios, no solo en la radio y en la televisión, hay
conciertos, eventos y una gran mayoría de actividades, donde la música forma
parte integral de esa cotidianidad que trae la vida, tu carro, tu casa, tu
trabajo, el deporte, en todos lados y prácticamente en toda situación la música
está presente y en el medio al cual nosotros como creyentes pertenecemos, la iglesia.
Esta no escapa a este fenómeno y
mas que fenómeno es una tradición o mejor decir una institución. Pero al igual
que las comidas, la música trae diferentes gustos, colores y sabores. Y
descubrí en estos días que no a todo el mundo le gusta toda tipo de comida
debido a que las papilas gustativas, al igual que las huellas digitales son
únicas y diferentes en cada ser humano. Por eso, hay personas que les gusta un
tipo de comida que no les gusta a otras personas. Con la música es igual, el
gusto es diferente y creo que debemos respetar la libre elección de cada quien
para escuchar y cantar lo que quiera.
Recuerdo una alabanza que se canta
mucho en las iglesias, que dice:
“Has cambiado mi lamento en baile y me vestiste todo de alegría, por tanto a ti cantare gloria mía, gloria mía…” Este canto está basado en:
Salmo 30:11.- Has cambiado en danzas mis lamentos; me has quitado el luto y me has vestido de fiesta.
David
es el autor original de este canto y les recordare unas pocas características de
David, era rey, pero no cualquier rey sino uno de los mejores reyes. El dulce
cantor de Israel, él que instituyo la música como un instrumento de alabanza
continua y adoración a Dios. El hombre que ganó cuanta batalla enfrentó. El
hombre conforme al corazón de Dios, esto último dice prácticamente todo de él.
Pero también fue un homicida, un fornicador, un hombre sujeto a pasiones
desmedidas e inaceptables para muchos en este tiempo, pero como la Biblia lo
dice y lo nombra “como un hombre conforme al corazón de Dios”, que se
arrepentía de CORAZON, nosotros lo
aceptamos. Pero ¿Qué pasa con aquellos que la Biblia no nombra, y que no
conocemos?, y que etiquetamos y
discriminamos por el tipo de música CRISTIANA que expresa o que escucha. O ¿Que
aceptación tenemos de las personas que juzgamos y que muy a la ligera
condenamos por el tipo de música CRISTIANA que escucha? La Biblia no los
menciona con nombre y apellido. Pero al igual que con el Rey David, Dios se
deleita en misericordia con todos y cada uno de nosotros.
En
mi vida como creyente he tenido la honrosa oportunidad de compartir y crear
lazos firmes de amistad con Ministros que cantan prácticamente todo tipo de
música cristiana. Desde el vallenato pasando por el pop, el merengue, la salsa,
la cumbia, el rock, el reggaetón, la balada, y puedo dar fe de su espíritu de
humildad y entrega a las cosas del Señor. He conocido sus testimonios y también
he visto y contactado sus frutos. He sabido de sus tristezas y también de sus
alegrías al palpar la misericordia del Señor en sus vidas. Y me pregunto, ¿Quiénes somos nosotros para
hablar mal o decir mal (o mal decir) de las personas que expresan su
agradecimiento a Dios a través de la música? ¿Que llevan la palabra y el
mensaje evangelizador a través de sus melodías? ¿Quiénes somos para juzgar el
corazón de estas personas al punto de sentir homofobia y demostrar una
discriminación hacia ellos que también son creación e hijos de Dios? Pero si
aun no lo fueran, Dios ama a todo el mundo, porque Él es Amor. Y aquel que ama,
ese es el que conoce a Dios. Muy pero muy ligeramente miramos la paja del otro,
pero obviamos nuestra viga. Escrutamos el corazón ajeno y olvidamos el nuestro.
Cuando nuestra misión es amar al prójimo. Nuestro sentir debe ser el mismo.
Nuestro andar debe ser juntos, unánimes, con el mismo amor. Debemos mostrar que
somos uno, como el Padre y el Hijo son uno. Porque sino lo hacemos de esa
manera el mundo no creerá que JESUCRISTO vino, Si Dios nos manda a amar al
enemigo, aun más debemos amar al hermano y amar trae consigo un paquete más en
la maleta… EL RESPETO…
1Pedro 2:17.- Respeten a todos, y amen de manera especial a los miembros de la iglesia…
¿A quien amamos y porque
condenamos?
Autor: El mismo de antes
y que trata de amar aun mas a todas las personas
No hay comentarios:
Publicar un comentario