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jueves, 4 de febrero de 2021

YO PECADOR… CRISTO REDENTOR


 Job 25:4. - ¡Ante Dios no hay nadie que pueda declararse inocente!


Nadie es inocente. En nuestra identidad y carácter como cristianos convictos y confesos, no escapamos de pecar. Y ciertamente hay que esforzarse, tener valor y avanzar con el respaldo de Dios para seguir viviendo esta vida al mejor estilo… Al estilo de Cristo.

Por Cristo, por lo que hizo, es que debe nacer y convertirse hasta en una obsesión el ser agradecido por lo que hizo. Porque si no fuera por El, nuestro destino sin apelaciones sería muy negro, sin esperanza, sin gozo. Sin futuro.

Sino fuera por Jesús, simple, sencillo no habría vida. Él se encarga de darnos el valor y la fuerza para seguir adelante en la perseverancia que nace del hecho de ser salvados por Él. Porque es por Él que nuestra culpa queda saldada en el momento que, reconociendo nuestro estado de pecador, toma a cuenta nuestra aflicción como consecuencia de todo acto pecaminoso y nos hace aceptos y herederos de su reino. Solo Él lo hace, nadie más lo puede hacer.

Y lo hace aun a expensas de los acusadores de oficios, como los “amigos” de Job que, sin conocer antecedentes, ni motivos, sin conocer nada de lo que Dios hacía en el sufrimiento que padecía Job, emitían juicios y condenas, tal cual como los enviados de satanás que perturbaban al apóstol Pablo, recordándole su “aguijón en la carne”. Y que al igual que Job, anhelaba en su dolor que Dios, que Cristo escuchara su clamor, su petición de gracia como medicina liberadora de sus aflicciones, al punto de que Job llego a exclamar en:

Job 19:4. - Aunque yo hubiera pecado, eso es asunto mío y no de ustedes.

Y para el que Dios, ante la solicitud de Pablo respondió en:

2 Corintios 12:9. - Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad.

Siempre habrá perturbadores permanentes, y lamentablemente se incluyen algunos creyentes, que en su propia amnesia nos recuerdan lo momentos pecaminosos que ocurrieron en algún momento de nuestras vidas, tratando de hacernos sentir culpables por los pecados pasados, ya reconocidos, perdonados y olvidados. Por lo que no le dé “oídos” a los recordadores de oficio, solo muestran su ocio y su propia necesidad de tapar sus faltas.

El pecado angustia, nos lleva a la muerte. Y solo queda de nosotros, cristianos fuertes, compañeros en la fe, apoyarnos en la necesidad más imperante que sufre el débil y angustiado hermano pecador para dar el bálsamo y llevarlos a la solución… Presentar a Cristo. Él es el buen restaurador de nuestra vida, ahora y para nuestro futuro eterno. Él se encargó de todo pecado. El asumió nuestra deuda. Él los llevo todos, sin excepción a la cruz. Para darnos la oportunidad de ser justos por la fe.

Por lo que entendamos que los únicos responsables por las consecuencias que ocasiona el pecado, son el hombre y Dios. El hombre porque lo cometió y Dios porque lo tomo a cuenta para justificarlo en la obra redentora de Jesús. Por lo que nadie, pero absolutamente nadie puede atribuirse el papel juzgador del pecado de nadie. Esto solamente le corresponde a Dios, por lo que dejémosle el pecado a Él.

Isaías 43:25. - Yo, Yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados.

Ya Dios los borro. Dios se encargó de eso. Y lo mejor de todo y es lo que más valor tiene, lo que es más importante… Dios no se acordara más de ello.  Por lo que, si va a escuchar algo, escuche esto, escuche a Dios decir esto…


¡Bástate mi gracia!... ¡Suficiente es mi amor!... ¡Aleluya!

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