Siempre he sido una persona que
lee mucho. Leo la biblia, leo noticias, leo deportes, leo cultura general, leo
mucha historia, e inclusive llego a pensar que leo a la gente. Preparándome
para lo que estoy haciendo ahora como trabajo, mi esposa me dijo un día, ¿Te
gusta estudiar? ¿Verdad? Esa pregunta, simple y coloquial me transportó a un momento
especial, hace 26 años.
Terminaba de cursar mi carrera
en la universidad, recibí mi título como Ingeniero Mecánico, y durante el
ritual de celebración, depositadas unas cuantas botellas de vino en mi cuerpo,
dije esta frase: “Gracias a Dios, ya
termine. No estudio más”.
Esta
frase la repetí unas cuantas veces más en el transcurso de mi vida. Para mí era
una declaración de libertad. Yo había estudiado no porque realmente me gustara.
Lo había hecho para complacer a mi amada madre, abnegada trabajadora, dedicada por
completo a su familia y para darle en la cara a mi padre por el abandono de sus
hijos durante 23 años. Poder restregarle en la cara a mi padre y a unos cuantos
“amigos” de mi familia, el que yo no era ningún delincuente, en que, si tenía
futuro, en que ya era un “Doctor”, como decían antes.
Mi madre, en contra también de
lo que yo deseaba, me hizo un gran fiestón, en el mejor club de la ciudad, el
más de moda, fiesta en la que me lucí. Llevaba un traje de liquilique,
inmaculadamente blanco, tenía la atención exclusiva y picara de todas las
muchachas de la fiesta que me consideraban ya la mejor opción matrimonial,
incluida mi novia del momento, y sus amigas. Tenía la admiración de algunos
hombres y la envidia de algunos otros, ya que de esa generación de “malandros”
(Esa era la etiqueta que teníamos colocada de antemano por las personas
mayores, hasta que pudiéramos graduarnos en una universidad), había sido el
primero en lograrlo, no sin antes sortear algunas amenazas, como el intento frustrado
de llegar a ser drogadicto (fume dos veces marihuana sin lograr sentir el
“éxtasis”). El abandono de la universidad durante el segundo semestre, porque
era mejor estar con mis amigos, jugando baloncesto todo el día, o robando
algunas gallinas el fin de semana para hacer un sancocho que sabia a gloria porque no nos costó nada,el
enamoramiento de una muchacha tal cual diosa Venus, cuyo nombre Luz Marina, ya
era más bonito que mi envestidura física, ya que yo era realmente feo, y no
quería dejar escapar semejante bombón, porque, ¿Donde yo iba a conseguir algo más
bonito que esa maravilla de mujer?, hasta la participación principal en un
accidente de tránsito donde perdió la vida un niño de tres años. Este último hecho,
enrumbó mi vida universitaria de una manera vertiginosa, hasta conseguir el ansiado
título que me dio la libertad de ese compromiso, lo que me hizo exclamar, “No estudio más”.
26 años después, nada más
alejado de esa sentencia, estudiar es una pasión en mi vida. Mi esposa, la cual
es el mayor “bombón” que me he conseguido, atino completamente. Ha estado
durante los últimos 20 años acompañándome y sabe más que nadie mi pasión por
aprender leyendo o mejor decir, estudiando. Sin querer estudiar más, fui
obligado. Dios por delante, por la circunstancias de los trabajos que he
ejercido a realizar cursos de gerencia, supervisión, control mental,
tecnologías nuevas, computación, desarrollo personal, doctrina cristiana,
teología bíblica entre muchos otros temas y etc.
No me libere para nada de esa
responsabilidad, pero el conocimiento adquirido me ha servido indiscutiblemente
para experimentar la libertad y encontrar el camino hacia la necesaria madurez
e ir logrando metas que me hagan ser cada día más y mejor persona
Hebreos 6:1.- “Por eso, sigamos aprendiendo más y más, hasta que lleguemos a ser cristianos maduros. Dejemos de ocuparnos de las primeras enseñanzas que se nos dieron acerca de Cristo, y ya no sigamos hablando de cosas simples. Dejemos de hacer lo malo, sigamos a Cristo, y dejemos de pecar para no morir. Sabemos que debemos confiar en Dios”
Hace pocos días, redescubrí
este versículo y estudiando me di cuenta que,
lo que te da libertad es accionarse en la verdad. Leer con
ganas, leer con revelación lo hará descubrir la verdad. Usted lee su vida, las
vidas de otros, la historia, y le hará sentir deseos por saber más, porque la historia está llena de vida, la
geografía está hecha de vidas y la historia, la geografía y la arqueología,
validan la teología, que no es otra cosa que el conocimiento pleno de Dios. Y
conocer a Dios es conocer su plan de salvación, conocer al Cristo.
Ligo el versículo anterior con
este:
Romanos 12:2.- “No vivan ya según los criterios del tiempo presente; al contrario, cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir y lleguen a conocer la voluntad de Dios, es decir, lo que es bueno, lo que le es grato, lo que es perfecto”.
Si me hubiera quedado solamente
con la “libertad” del título obtenido hace 26 años fuera un esclavo, de la
frustración, de la decepción, de la inconformidad. Hoy cada vez que leo con
revelación aprendo, que cuando estudio,
estoy dejando atrás lo básico, lo rudimentario de lo que aprendí, voy avanzando, no conformándome con lo que veo,
voy madurando. Ahora voy mirando lo que tengo adelante, voy renovando mis
ideas, voy escudriñando todo, voy reteniendo lo bueno, dejando lo malo, voy
cambiando mi vida, voy descubriendo e intentando nuevas cosas, haciendo nuevos
planes, ejecutando y accionando nuevos sueños, voy alimentándome de la verdad,
y recuerden:
¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡LA
VERDAD LOS HARA LIBRES!!!!!!!!!!!!
Les dejo esta pregunta, ¿Esta
historia se parece en algo a la suya?
EL
EVANGELIO, LAS BUENAS Y NUEVAS NOTICIAS… CAMBIAN VIDAS.
Autor: El mismo Superhéroe anterior
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